A Jordi Montull , inculpado junto a Fèlix Millet por el saqueo y malversación de caudales públicos del Palau de la Música por importe de 23,7 millones de Euros (4.000 millones de pesetas) se le puede ver estos días practicando el tenis en un club de Barcelona.
Lo alarmante de este caso es que el ex Director Administrativo del Palau, a quién se le supone un alto nivel de conocimientos, cualidades y aptitudes por haber desempeñado ese cargo, sea capaz de exhibir sus cualidades deportivas en unos momentos en que el más mínimo sentido común exigiría sentirse en deuda con la sociedad y obrar en consecuencia sin manifestaciones públicas de este tipo. Este comportamiento inadecuado me induce a pensar que tal vez como profesional tampoco estuvo a la altura de sus responsabilidades y se dejó llevar fácilmente por la codicia y vanidad que le aportaba y le facilitaba el cargo.
Deduzco por estos casos inéditos para la plebe que la coacción debe ser una herramienta formidable de poder en determinadas esferas sociales y todo hace suponer que su equilibrio inestable se mantiene a causa del volumen de información asimétrica que manejan algunos en beneficio y defensa propia y con la premisa de que el que más sabe más gana.
Se está haciendo mucho daño a este País. El prestigio y credibilidad de políticos e instituciones ha menguado tras los recientes y múltiples casos de corrupción y, lo que es peor, su poder coercitivo también, por lo que las Fuerzas de Seguridad tienen y tendrán que suplir ese desequilibrio para evitar que este tipo de comportamientos puedan encolerizar a las masas, con el peligro y las consecuencias imprevisibles que ello implica.
Cuidado con los corruptos y su comportamiento provocativo mientras están implicados y en libertad sin fianza, viven en el seno de unos colectivos muy afectados por la crisis que no pueden ser coaccionados como quienes tienen mucho que perder.