Ciclo de vida profesional

“El empleo típico del futuro será el que hoy es atípico”. La cita, de Miguel Tobía Soler, es de hace más de 16 años, y sintetiza el germen de donde brotó tanta precariedad laboral. No olvidemos que la ley del mínimo esfuerzo ha sido aplicada por muchos empresarios y trabajadores. Muchos vieron en la construcción la forma más fácil de hacer dinero con escasos conocimientos a no ser por el necesario sentido oportunista. Está visto que sus experiencias en el sector inmobiliario no fueron ni han sido extrapolables a otros sectores y de ahí su contribución a ese inmenso colectivo en paro difícilmente recalificable profesionalmente.

En marketing se habla de los ciclos de vida de los productos, ya que de ello depende el ciclo de vida de las empresas, pero también podría hacerse extensivo al ciclo de vida de las carreras universitarias o de formación profesional, como también a empleos no académicos y artesanos. Todo está sujeto a estos ciclos y sólo los cambios incrementales o radicales, como decía Richard Foster, pueden prolongar una actividad y no el cese de la misma.

No hemos sido precavidos. Hemos vivido como las cigarras y no hemos aprendido nada de las hormigas. Hemos sido pescadores en tiempos de caza. Ahora culpamos a otros para que justifiquen nuestro corto o precario ciclo de vida productivo. La suma de frustraciones negativas no nos permitirá salir del pozo del desánimo, del pesimismo, de la cobardía colectiva.

En muchos casos ya no se trata de hacer cambios incrementales en lo que hacemos y en cómo lo hacemos, se trata de redirigir nuestro talento natural hacia nuevos conocimientos para que hibriden y renazca nuestro entusiasmo, alegría, optimismo y seguridad. Hace años que los extranjeros escriben nuestra historia económica y es hora de volver a tomar la iniciativa.

Pero no volvamos a errar favoreciendo los minifundios o el seguimiento costumbrista de tendencias. La inteligencia es colectiva. Es preciso que renazcan los gremios, no solo las asociaciones con cuota, que fomenten la prospectiva de forma profesional y metódica y la compartan con sus miembros. Hay que terminar con la posesión de información exclusiva en el cajón para canjear por votos. Con cargos sin aportación de valor añadido ni liderazgo natural para motivar y dirigir. Con el amiguismo inútil. No es tiempo de de venerar a los que tienen, es tiempo de venerar a los que saben ya que las relaciones con el talento son las que marcan el rumbo.

Es tiempo de discontinuidad. Nada permanece inalterable. Todo cambia o sucumbe. Esta es la suerte y la oportunidad que tenemos delante si sabemos adaptarnos y hacer del cambio nuestra bandera profesional y productiva.

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