La duda no es un punto medio

La duda suele confundirse con una línea equidistante entre lo verdadero y lo falso, como si habitara en un territorio neutral. Pero en realidad no ocupa un centro fijo: es un vaivén, un movimiento que oscila entre la afirmación y la negación. Dudar es experimentar la tensión de lo inacabado, de lo que aún no puede resolverse.

Lo verdaderamente equidistante de lo cierto y lo falso no es la duda, sino la indiferencia. Mientras la duda hiere, inquieta y empuja a la búsqueda, la indiferencia permanece inmóvil, sin afectación, sin deseo de resolver nada. La duda es pasión de conocimiento; la indiferencia es renuncia a toda pregunta.

Entre la certeza y el error, la duda abre caminos. Entre ambos, la indiferencia cierra puertas.