La distracción necesaria

Hay líderes que no lideran: hipnotizan. No gobiernan realidades, gobiernan miradas. Su función no es transformar el mundo, sino impedir que lo veamos tal y como es. Son espejos que deslumbran para ocultar lo que ocurre detrás de la luz.

El sistema los necesita porque la verdad es demasiado lenta para un público que exige velocidad. Así, el líder mediático cumple una tarea precisa: producir superficie, absorber tensiones, convertir cada crisis en espectáculo y cada problema estructural en una anécdota personal.

No distrae por error. Distrae por diseño.
Y mientras todos discuten su última frase, su último gesto, su última caída, el poder real trabaja en silencio, sin resistencia, sin ruido, sin testigos.

La distracción es su misión.
La distracción es su armadura.
La distracción es el precio que pagamos por mirar solo lo que se mueve.