Si Charles Darwin levantara la cabeza se alarmaría. Cada uno de los seres vivos es el último eslabón de la cadena evolutiva de su especie. Se supone que el mejor, el más adaptado al medio. Genéticamente es descendiente de los más dotados, que en su época consiguieron sobrevivir y reproducirse. El ser humano también entraba en esa teoría evolutiva pero los avances de la medicina consiguieron modificar y dar por terminada esa mejora natural y selectiva de la especie.
Un antibiótico cura lo que antes era mortal. Defectos en la vista y el oído que antes eran vitales para sobrevivir, hoy son corregidos con pequeñas intervenciones. Minusvalías de cualquier tipo no ponen en peligro la vida de nadie ante las amenazas naturales.
Como seres humanos hemos de alegrarnos por esa permanente mejora de la expectativa de vida, pero como especie nos hemos convertido en la más involutiva y vulnerable que existe si no dejamos de lado la medicina y la química de los laboratorios.