Con la Ley antitabaco que entró en vigo el 1 de Enero muchos fumadores que no se han planteado dejar de fumar han tenído que buscar alternativas para mantener su dósis de nicotina y el sabor del tabaco en umbrales soportables y ante la elección de fumar un cigarrillo en la fría calle o en un bar o cafetería se han decantado por lo segundo, mucho más confortable, pero evidentemente eso ha supuesto que además de no cambiar de hábito se genere otro hábito, el del consumo de cafés, cortados o refrescos para acompañar ese momento de liberación y estímulo.
A los pocos días de haber entrado en vigor la Ley “sana” nos encontramos con ciudadanos que no sólo siguen con el hábito de la nicotina, sino que además han incorporado la cafeína a su dependencia.
Si se buscaba mantener los pulmones de la ciudadanía en mejores condiciones, tal vez sería conveniente valorar las futuras consecuencias orgánicas por la ingestión diaria y probablemente excesiva de cafeína, puesto que según están las cosas a cada cigarrillo le corresponderá un café.
A los pocos días de haber entrado en vigor la Ley “sana” nos encontramos con ciudadanos que no sólo siguen con el hábito de la nicotina, sino que además han incorporado la cafeína a su dependencia.
Si se buscaba mantener los pulmones de la ciudadanía en mejores condiciones, tal vez sería conveniente valorar las futuras consecuencias orgánicas por la ingestión diaria y probablemente excesiva de cafeína, puesto que según están las cosas a cada cigarrillo le corresponderá un café.