Nuestro cerebro, ese gran desconocido, percibe el mundo exterior a través de los 5 sentidos que todos conocemos, pero su enorme capacidad para memorizar, asociar, inferir, razonar, imaginar, deducir, calcular, etc., sólo tiene unos medios limitados y primitivos para comunicarse e interactuar con el entorno exterior, de los que podemos destacar la palabra y las manos.
De ser la mente el núcleo de un reactor estallaría por el inadecuado uso y consumo de la energía que desarrolla. Nuestra mente no puede dar salida a todo lo que genera y por eso no deja de retroalimentarse a sí misma.
Debemos encontrar la forma de liberar la mente, un medio que le permita expresar todo su potencial. Lo que decimos y lo que hacemos no basta.
La era industrial dió paso a la era de la información y ésta dará paso a la del conocimiento, cada vez manejamos más bits y menos átomos. Nuestra mente construyó y se adaptó a esa nueva era y ahora exige más para proyectarse, para interactuar. La palabra y las manos son insuficientes e incapaces de expresar lo que piensa, siente e imagina.
Sin darnos cuenta hemos creado un mundo inadecuado para que nuestra capacidad mental se proyecte. Hay un enorme desequilibrio entre los estímulos percibidos y los actos generados.
Con el incremento de la esperanza de vida, el cerebro percibe cada vez más y durante más tiempo, sin que se modifique su capacidad de hacer. Es imprescindible buscar un equilibrio progresivo y no limitativo entre la acción mental y la reacción corporal. La ciencia y la tecnología tienen la palabra.