Curriculum Vitae

Intentamos permutar ocho horas diarias de nuestro tiempo por dinero, cuanto más mejor, si bien hay un mínimo legislado y un máximo limitado por el propio mercado de trabajo o, lo que es lo mismo, por la cantidad de personas dispuestas a hacer lo mismo. Cuantas más, más competencia y menos dinero.

El dinero es matemático. Es una cifra exacta. Es universal y sirve para permutarlo por casi todo. Por el contrario, el tiempo es relativo aunque su duración también es exacta.

Si se trata de trabajo manual, siempre hay una referencia previa en cuanto al qué y al cuanto se hace, pero cuanto más nos apartamos de una metodología concreta y nos vamos adentrando en el mundo del libre quehacer mental para conseguir unos objetivos todo se relativiza.

El pensamiento no es medible. El valor añadido que aporta una conversación, una negociación, una deducción, una investigación, ... dependen del sector, de la empresa, del empresario o del director, de la cifra de ventas, ... es decir, del dinero que genera el autor o que se genera con la suma vectorial de otras acciones posteriores.

Tal vez por eso, en una selección de personal, no suelo dar mucha importancia a la titulación académica o a los cargos asumidos con anterioridad, prefiero conocer las aptitudes y aficiones personales. Me interesa el individuo y no sus circunstancias. La individualidad es universal mientras que las circunstancias son locales y pocas veces repetitivas si cambia el entorno.

Ocho horas de aptitudes y profundos conocimientos en algo que nos gusta pueden dar más de si que ocho horas de experiencias anteriores focalizadas en labores circunstanciales, intentando adaptarlas a esa nueva actividad.

El artista es libre y así crea una obra de arte literaria, pictórica, musical, arquitectónica, ... en otras palabras, una novedad, una innovación, algo único y exclusivo. El trabajador no puede alcanzar ese grado de libertad y perfección en su actividad pues casi todo está prescrito. Pero en esa aparente utopía hay que encontrar a ese trabajador artista. El que es capaz de innovar en su trabajo y en sus objetivos. El rebelde entusiasta que aprovecha lo que sabe y le gusta.

Desde luego es difícil reescribir o redefinir una puesto de trabajo en términos de aptitudes y aficiones personales, pero merece la pena. Hoy más que nunca hay que movilizar toda la energía disponible en forma de entusiasmo, pasión, coraje e ilusión en los puestos de trabajo. La productividad no es cosa de un iluminado con título de Director, Jefe o Responsable, es una revolución que debe surgir de todos y cada uno de los empleados.

No es lógico que un médico que vive a 30 kilómetros de su centro de trabajo, trabaje de administrativo en un taller mecánico siendo su principal afición el hacer software libre para los iPhone de Appel. Tal vez lo ideal sería que fuese un especialista en software médico que trabaja desde casa.

Quizás las empresas deban reconvertir sus departamentos de recursos humanos para que adapten aptitudes personales a necesidades y olviden hacer lo habitual, que es adaptar estudios y experiencias anteriores a esas necesidades, ya que probablemente eso fue circunstancial y casuístico.

Debemos intentar que el trabajo nos permita proyectar nuestra genialidad como individuos y que no nos convierta en mediocres a cambio de ocho horas diarias de tiempo sin retos ni ilusiones.
La productividad son ideas, son esfuerzos ..., es ilusión más que obligación.

Por cierto, muchos mendigos podrían ser y trabajar como genios sino fuera por determinadas circunstancias que en su día les hicieron parecer mediocres.

A partir de ahora añadamos a nuestros curriculum lo que nos apasiona, lo que nos gusta, lo que nos ilusiona, lo que nos hace únicos ... tal vez nos ayudará también a darnos cuenta de que pocos están haciendo lo que deberían y eso es siempre un nuevo principio.