Empresas y empleo del siglo XXI

Las empresas que se constituyan a partir de la próxima semana deberían estar exentas del pago de cualquier trámite e impuesto entretanto no generen beneficios. Es absurdo que por tener iniciativas e intentar ponerlas en marcha se tenga que empezar con préstamos para enriquecer más a los que ya lo son.

Pagar los salarios cuando la empresa es joven y todavía no genera beneficios es otro absurdo puesto que obliga al nuevo empresario a endeudarse más con préstamos o créditos y eso acobarda a cualquiera. Esa es la espiral del inmovilismo en el que estamos.

Ha llegado el momento de reinventar la empresa. Desde la próxima semana debería permitirse que el desempleado pueda dejarse seducir por un proyecto, por un previsible nuevo puesto de trabajo y que pueda libremente aportar sus conocimientos como inversión de futuro, de modo que superado el umbral de equilibrio perciba su salario y finalice el subsidio. En cuanto al tiempo de colaboración inicial no retribuido podría negociarse su devolución fraccionada o una participación en la empresa que ha contribuido a crear y a consolidar. Creo que mantener el subsidio durante este período estaría bien empleado y muy probablemente sería el punto de partida para que el teletrabajo y los empleos descentralizados se consoliden para reducir gastos y optimizar espacios y tiempos en busca de la tan necesaria productividad y competitividad. Por otro lado, el desempleado no debe ni puede perder el tren de experiencias y conocimientos que sólo aporta su interacción con la responsabilidad de un puesto de trabajo.

Lo más importante es que la ilusión por un proyecto de futuro sería el motor de inferencia para todos y no sólo para los nuevos emprendedores. El capital, en muchos casos, ya no sería el epicentro de la empresa, sino el conocimiento, cualidades y aptitudes como principales aportaciones.

Todo debe empezar a cambiar. Hay que asumir riesgos en todas las jerarquías del país. Si apostamos por la innovación, las nuevas tecnologías, las energías renovables, no necesitamos a mentes en el paro por falta de recursos y porque el sistema los aparta, necesitamos esas mentes produciendo, imaginando, innovando, trabajando.

Entre esos desempleados hay gente muy preparada. Hay líderes con ideas e ilusiones. El sistema debe permitirles probar pero adaptando los requisitos legales a los que sin recursos económicos tienen lo más importante, recursos intelectuales, iniciativa, entusiasmo, ilusión por ser y hacer.

Invito a los legisladores, organismos, sindicatos, banca y empresarios a hacer una excepción en las reglas del juego y unan sus esfuerzos para que las nuevas iniciativas empresariales puedan cristalizar sin gastos de constitución y permitiendo la libre contratación temporal de inscritos en el paro por propia iniciativa y por su fe en un proyecto y en su autor. Si la suma de esfuerzos da resultado, nuevas empresas y nuevo empleo se habrá creado y muy probablemente con la base adecuada para afrontar los retos del futuro.

Es indudable que si hablamos del sector agrícola o industrial las necesidades de capital para infraestructuras y maquinaria son incuestionables, pero en el sector servicios hay un enorme potencial de ideas e iniciativas que con un período de concesiones legislativas y laborales cristalizarían con una fuerza arrolladora puesto que la desesperación agudiza el ingenio y la ilusión se contagia.

La recientemente aprobada Ley Omnibus ha sido un primer paso, pero debemos dar el próximo para que el conocimiento, la ilusión y el entusiasmo se pongan por delante del capital económico y que las nuevas oportunidades no sean una excepción sino la regla.

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