Cazadores

Dice un proverbio alemán que las ideas están exentas de impuestos, tal vez por eso lo que más hacemos es hablar y escribir, sin embargo, no siempre razonamos con la profundidad que requiere lo que expresamos y eso nos convierte, como decía W. Drummond, en fanáticos, tontos o esclavos. Por si fuera poco, Emilio de Girardin decía: todo el mundo habla del progreso y nadie se sale de la rutina. Tal vez por esa suma de motivos somos eminentemente idealistas y eso, aunque ayuda, no genera cambios en la forma de ser y en el hacer.

Somos un país de expertos en lo que llamo "estrategia de pesca", es decir, lanzamos el anzuelo (curriculum) y esperamos a que el destino o la suerte hagan el resto, cuando lo que toca ante el exceso de oferta y competencia es aplicar la "estrategia de caza", en otras palabras, perseguir y abatir la pieza, buscar la suerte.

No es fácil cambiar. Somos propensos a repetir lo que aparentemente ya está bien y esa falta de elasticidad en el comportamiento nos impide adaptarnos al cambio cuando los tiempos así lo exigen.

Ciencia y tecnología nos sorprenden cada día con sus nuevos descubrimientos y aportaciones. Todo cambia a nuestro alrededor menos nosotros, que seguimos con nuestros hábitos y razonamientos habituales.

No convertimos el entorno en nuestra escuela. Nos consideramos licenciados para sobrevivir con lo que ya sabemos pero no nos damos cuenta de la rapidez en que todo ello se hace obsoleto y nos devalúa personal y profesionalmente.

Nuestros hijos y probablemente nosotros mismos acabaremos trabajando en actividades o empresas que hoy no existen. Pediremos un salario a cambio de conocimientos que no tenemos y las empresas no estarán dispuestas a enseñarnos pues precisarán desde el principio que cada empleo sea productivo y de alto valor añadido. No habrá tiempo para el aprendizaje.

Diría que el entusiasmo, la creatividad y el conocimiento van a ser valores y aptitudes fundamentales en los nuevos empleos. Ser competentes más que estar acreditados académicamente será la clave en estos nuevos empleos, ya que por ser nuevos no habrá cátedra adecuada, que, por otro lado, siempre llega tras la necesidad.

El salario no estará basado en lo que se hace sino en lo que se aporta. Deberemos ser empresa individual en el seno de una empresa colectiva y para ello, deberemos demostrar esa capacidad sin que la supuesta acreditación lo justifique.

Hemos entrado en una era con derechos y deberes distintos. Es necesario aportar antes que exigir siendo conscientes de que seremos sustituidos por quienes más aporten y menos exijan. La competitividad y la productividad ya no serán estrategias empresariales, serán normas laborales en defensa del puesto de trabajo.

Hemos de aprender a ser rentables individualmente y pensar que la empresa es el medio de vender nuestra aportación. El descontento o desempleado debe salir a "generar" su propio empleo en el seno de alguna empresa cuya suma de sinergias sea superior a la actual.

Ningún nuevo empleo ha de ser un coste, debe ser una inversión rentable en la que el rendimiento individual supere el salario y hemos de ser capaces de demostrarlo antes de exigir.

La enorme fuerza laboral en paro es energía potencial dispuesta a emplearse por menos de los que trabajan. Pronto cambiarán la "estrategia de pesca" por la de "caza" y sus ofertas "asindicales" serán sumamente tentadoras y bien valoradas por los emprendedores que no estarán dispuestos a asumir formación, productividad y riesgo ni tampoco hábitos improductivos ni conocimientos caducos en sus plantillas.

Las empresas se van a países menos legislados con mano de obra barata, habrá que adaptar nuestro entorno para evitarlo y eso empezará con el cambio de actitud y aptitud del trabajador del siglo XXI.

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