En una localidad costera, una pared blanca estaba pero no se miraba. Sólo separaba dos espacios: lo público de lo privado. Así estuvo hasta que de pronto, un día, apareció con información visual.
Un genio había roto ese aislamiento y nos dejaba ver otro supuesto interior. Un espacio intocable de color y fantasía que, desde entonces, nos permite ver una parte de su morada mental.