En este caso, la iglesia de San Martín de Tours en Belchite Viejo, construida en el siglo XV, es un exponente de ese arte híbrido que comento.
La interacción de fenómenos destructivos por efecto de las bombas y las balas, y erosivos a causa del viento, la lluvia, el frío y el calor han convertido esa iglesia en una ruina. Es lo que queda tras seis siglos y una batalla de por medio.
Ya no puede cumplir su misión, pero es un exponente del resultado de la interacción de las acciones del hombre y de la naturaleza. Es arte irrepetible, irreplicable, incopiable. No hay imágenes de su esplendor original, pero persisten sus rasgos.
Las ruinas son arte histórico. Contienen información sobre lo que el tiempo, los acontecimientos y la erosión provocan en una estructura aparentemente perfecta.
La iglesia es un puente de unión entre nuestro siglo y el siglo XV. Ahí ha estado cediendo materia intentando perpetuarse pero acabará sucumbiendo al inexorable desgaste que el tiempo y el clima provocan. Entretanto sigue siendo un símbolo que transmite parte de las sensaciones y emociones para los que fue construido.
