Hacen falta nuevos políticos

Del artículo "Qué les pasa en La Moncloa" publicado en ABC destacaría las siguientes frases:

... el síndrome de La Moncloa es más agudo que el que ha afectado a otros jefes de Gobierno de la historia, entre otras razones porque el presidente español no percibe el ruido de la calle y no puede observar el movimiento de los ciudadanos desde las ventanas de su despacho o de su residencia. Vive en un mundo cerrado, alejado, y cada vez tiene menos ganas de recorrer la decena de kilómetros que le separan del centro de la ciudad

«Es muy difícil no cambiar cuando la gente más importante te hace la ola y te dice que eres el mejor, o hace demostraciones permanentes de que piensa que eres el mejor

«el síndrome de La Moncloa ... se produce cuando todos los que te rodean te dan la razón, porque evidentemente uno no siempre la tiene».

... los presidentes del Gobierno no siempre consideran relevante la palabra dada; les importa más imponer su criterio y demostrar quién manda, aunque el incumplimiento de esa palabra tenga consecuencias desastrosas.

... los primeros síntomas del síndrome monclovita: no reconocer jamás un fallo, un déficit de formación o un error de percepción.

Si a esas reflexiones añadimos que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy llevan siete legislaturas como parlamentarios (25 años) y que el presidente tenía 25 años cuando llegó y el líder de la oposición un poco menos (*) no es de extrañar que el síndrome de La Moncloa sea un grave problema para mentes que sólo han trabajado en política desde sus partidos y en el parlamento.

Dudo que se llegue a La Moncloa con la capacidad y aptitudes que el cargo requiere tras tantos años de hacer lo mismo y teniendo en cuenta que los candidatos son elegidos por los partidos y presentados a los ciudadanos con grandes campañas mediáticas sin que su trayectoria personal y profesional acredite suficiente talento y capacidad. Lo cierto es que hay poco donde elegir.

Creo que sería deseable la creación de un partido no político, gestionado y controlado democráticamente por la ciudadanía, en el que sus representantes y líderes los fueran por sus acciones y resultados.

En la calle hay mucho talento, mucho más que en los partidos y los tiempos exigen poner fin a estos monopolios de poder que no se corresponden con los resultados que la sociedad necesita.

El talento debe promocionarse y debe ser el orgullo de un país. Nunca seremos nada si nuestros líderes no están a la altura del conocimiento y las circunstancias que tocan vivir. Debemos romper con el hábito de tener siempre a los mismos partidos y ver las mismas caras. Hay que hacer las cosas de otro modo y sólo trabajar de políticos cuando el talento, la formación y la experiencia hagan merecedores de ello a los candidatos.

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