Prohibir

En una sociedad en la que cada vez hay más prohibiciones y obligaciones y cuyo cumplimiento se impone a base de multas, embargos o prisión, es lógico que sus ciudadanos no desarrollen aptitudes relacionadas con la libertad, la creatividad, la autoestima, la confianza, sino todo lo contrario, fomentan conductas asustadizas, reprimidas, frustradas, pesimistas, ... es decir, el peor colectivo que un país puede tener para salir de la crisis ya que todo o casi todo está prescrito y debe cumplirse, sin olvidar que todo tiene un limite.

Todos debemos circular por las autopistas y carreteras, no está permitido ir campo a través. Lo mismo ocurre con el comportamiento de los ciudadanos, el legislador no cesa de promulgar normas y leyes generales sin un claro objetivo y, por lo tanto, con graves daños colaterales para los ciudadanos.

Entre la impulsividad de un dictador y la ingente cantidad de leyes de una democracia creo que es más paralizante lo segundo ya que se hace inabarcable, inasumible y todo el mundo está expuesto a los excesos en materia vigilante.

Coaccionar abusivamente a los ciudadanos no es lógico ni prudente en un estado moderno. Incluso en las familias se tolera un espacio de libertades para todos, fundamentalmente para que los más pequeños desarrollen con plenitud sus aptitudes.

Cuando parecía que la cultura sustituiría la mano dura ocurre todo lo contrario. La disciplina militar ha salido de los cuarteles y se ha instalado en la sociedad civil, y no hablo de las empresas, hablo de la importancia de un semáforo en rojo o de la señal de prohibición de no circular a más de 30, 40 ú 80 kilómetros por hora. El poder de esas señales supera a las de un sargento o a las de un oficial al sustituir un simple arresto por una multa y la previsible retirada del carnet de conducir, es decir, donde más duele en una sociedad en crisis, empobrecida y donde la movilidad es vital para encontrar empleo.

Los responsables de promover estas nuevas normas sólo persiguen mejorar las estadísticas de su predecesor sin cuestionar las consecuencias en el bienestar de los ciudadanos. En pro de objetivos hipócritas acercan la falta o el delito al ciudadano y no sólo se penalizan los accidentes sino su supuesta mala intención sin consecuencias.

No hemos aprendido nada. Se sigue coaccionando las conductas de los ciudadanos como hace siglos: multas, impuestos, embargo o prisión. De nada sirve que el nivel cultural haya mejorado, el legislador mientras legisla sigue viendo a los súbditos como primates y, como enseñar es lento y costoso, mejor prohibir.

Vergüenza gobernar promulgando o desarrollando leyes en lugar de reducirlas a medida que la sociedad avanza. Vergüenza gobernar a base de castigos económicos y penitenciarios aunque la falta no haya revestido consecuencias. Vergüenza vigilar, controlar y penalizar lo más fácil y evitar extremar la vigilancia donde la corrupción y el instinto humano se dan la mano y que tanto perjudica a la sociedad.

Experiencia, formación, talento y aptitudes debidamente hibridadas deberían ser los atributos de cualquier político profesional y cualquier ley debería haber sido gestada en el seno de un colectivo con esos requisitos. Lamentablemente muchas leyes y normas son el testimonio de una vanidad desproporcionada de alguién que quiso dejar su impronta en lugar de utilidad.

Una ley es un relé con salidas de si o no, de 0 ó 1, de cierto o falso, no es un sistema experto que admita los "peros" y su valoración. En una palabra, la ley es para los sistemas digitales, no para el ser humano y aún así, y siendo conscientes en su redacción de que habrá errores, abusos e injusticias, se pasa a trámite, se firma y se rubrica como "mandamiento" universal irrevocable.

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