Cuidadoras que cuidan cuerpos sin ser cuidadas

Son las que limpian, levantan, sostienen.
Las que tocan la fragilidad del cuerpo ajeno sin rechazarla.
Las que conocen la dignidad desde la cercanía, no desde la distancia.

Realizan los cuidados más penosos: corporales, íntimos, agotadores.
Y, paradójicamente, son los menos valorados.
No figuran en los discursos, ni en las estadísticas del orgullo nacional.
Solo en las grietas de un sistema que las necesita, pero no las protege.

Cuidan, pero nadie las cuida.
A veces ni siquiera a sí mismas, porque no hay tiempo.
Porque cuidar se vuelve una carga sin relevo, sin tregua y sin reconocimiento.