Unos cantan y los otros escuchan ¿quiénes crecen?

En toda relación entre emisores y receptores, siempre hay una dinámica de poder, de aprendizaje o de transformación. La frase "Unos cantan y los otros escuchan ¿quiénes crecen?" nos invita a detenernos en ese cruce invisible entre la acción de expresarse y la de acoger lo expresado. ¿Quién se transforma más: el que lanza su voz al mundo o el que la recibe en silencio?

El que canta pone en juego su interior, traduce vivencias en melodía, se expone. Cantar —en sentido literal o simbólico— implica tomar posición, ejercer la palabra, dar forma al caos íntimo. Pero el que escucha también realiza una acción profunda: abre su percepción, se dispone a comprender, a dejarse afectar.

En tiempos donde parecer hablar es más valioso que saber escuchar, esta pregunta rompe la lógica habitual. Porque quien canta se libera, sí. Pero quien escucha puede expandirse.

Escuchar no es pasividad. Es arte, es esfuerzo, es transformación silenciosa. El que canta puede reafirmarse, pero el que escucha, si lo hace de verdad, se descentra de sí mismo, se amplía, se modifica.

Así, el crecimiento no pertenece solo al que emite. El verdadero crecimiento puede ser compartido… o incluso más profundo en el que acoge.

Tal vez crecen ambos. Pero en un mundo que idolatra al que canta, esta pregunta nos recuerda que escuchar también puede ser un acto de grandeza.