Cartografiar el sentido

Explorar no es un lujo: es la forma en que el sentido aparece. Igual que quien avanza con un bastón, la vida nos devuelve relieves cuando la tocamos con una actitud concreta. Un día la misma escena se abre como promesa; otro, como vacío. No cambió el mundo: cambió la lente.

Si tratamos la existencia como geografía, aprendemos dos cosas. Primero, que lo trágico y lo gozoso no son reinos separados, sino alturas y honduras de un mismo terreno. Segundo, que el mapa no se descubre al margen de nosotros: se dibuja con nuestros pasos.

La pregunta entonces ya no es “¿tiene sentido mi vida?”, sino “¿cómo la estoy sondeando hoy?”. Cambiar la actitud —curiosidad en vez de cinismo, compromiso en vez de retraimiento— no maquilla el mundo: lo reconfigura. Y en esa reconfiguración sucede el milagro discreto del significado: no una teoría que convencer, sino un camino que se deja sentir bajo los pies.