El espejismo de las preferencias adaptativas

La pérdida de poder adquisitivo ha obligado a la clase media a reconfigurar sus deseos. Lo que antes eran lujos cotidianos —viajar, cenar fuera— ahora se redefine como innecesario o incluso como elección ética, bajo discursos de “vida slow” o regreso a lo esencial.

Este fenómeno de preferencias adaptativas es un mecanismo de autoprotección: se acomoda el deseo a lo posible para evitar la frustración. Sin embargo, también encubre una derrota silenciosa. La renuncia deja de nombrarse como pérdida y se enuncia como virtud.

La llamada “proletarización” de la clase media no es solo un descenso económico, sino una transformación cultural: el bienestar ya no se mide por ampliar opciones, sino por resignificarlas. La carencia se disfraza de sobriedad, y el empobrecimiento de libertad.

El riesgo es normalizar esta resignación como ideal. El verdadero lujo, en tiempos de descenso, quizá no sea acumular, sino poder elegir de verdad —y no por consuelo— la forma de vivir.